IP30. Memòria de la desaparició. Habitar l’oblit
Exposición IP30.
Memòria de la desaparició. Habitar l’oblit
El 4 de marzo se inaugura en el Museo de Historia de Valencia la exposición de Rafael Tormo » IP30. Memòria de la desaparició. Habitar l’oblit.».
La pieza central de la exposición será una gran instalación -creada por Rafael Tormo- en el hall del MhV. La obra está formada por cientos de piezas de barro; sobre cada una de las piezas ha sido inscrito el nombre de un represaliado en las cárceles de la ciudad de Valencia entre 1939 y 1959. Alrededor de esta instalación se sitúan unas estructuras activas en forma de reloj que indican diferentes localizaciones de las fosas de los represaliados en el Cementerio General de Valencia.
Período de exposición: 04 de marzo- 12 junio 2022
Las fosas comunes franquistas no solo están repletas de cuerpos asesinados. Tampoco son simplemente un «lugar de memoria». Son un espacio en el cual crece la hierba, con el que se especula y se compra —se alquila, se vende tierra—, y donde los gatos duermen bajo el sol en invierno. La memoria de las fosas nos persigue. Construir monumentos se ha convertido en una manera de sepultar el pasado, pero también de comunicarlo en el presente. Habitamos el olvido a través de la creación artística y la recordamos los que no están, creando artefactos que sobrevivirán nuestra propia desaparición.
Existen más de 20.000 enterrados en estas fosas comunes, aunque no todos con vinculaciones políticas. Algunos, por no tener recursos o alguien que los alojara al panteón familiar, acabaron allí. Pero los cuerpos, al contrario del que se ha popularizado en los medios, no se encontraban completamente desaparecidos. En València podían localizarse a través de un sistema de letras y números. Localizar la fosa con esas coordenadas permitió un primer gesto monumental: dejarlos flores. Un gesto simple, pero que alteró el significado de las fosas antes de que se popularizasen como parte de un relato de la desmemoria.
Sin embargo, la mayoría de estas fosas comunes fueron destruidas durante los años 90. Un intento de especular con el terreno llevó a la excavación de las fundiciones, mezclando cuerpos y tierra. Así se perdió un lugar donde la certeza de la ubicación de los cuerpos podía encara rastrearse en el ámbito privado y familiar. Los cuerpos se hicieron de todos, y la práctica monumental transcendió de la esfera privada a la colectiva. Sobre ellos, la sociedad valenciana, continuó organizando homenajes, con la necesidad de seguir subvirtiendo el significado de la fosa común. Si la primera resignificación partía de la ofrenda doméstica de flores, la segunda continuó con la politización del espacio cada 14 de abril cantante canciones, llevando banderas y entonando discursos.
En 2021 las fosas comunes se convirtieron en un memorial que emula la ubicación de los soterramientos perdidos. También se instalaron placas, ofreciendo una lectura del pasado desde la institución. El monumento, como gesto escritural, demuestra una acción por la cual la sociedad de los vivos presenta una lectura de la de los muertos, que vuelven como fantasmas. Sin embargo, nos preguntamos: ¿Es el monumento la única manera de habitar el olvido? ¿El monumento lleva el pasado al presente, bajo el influjo de nuestra deuda histórica, o lo sepulta y aparta? ¿Es posible una poética sobre las fosas que transcienda el relato privado y la narrativa de la derrota?
Con el proyecto de IP30 MEMORIA DE LA DESAPARICIÓN. HABITAR El OLVIDO, se propone una lectura sobre las diversas escrituras de la historia a los cementerios; desde los relatos y las diferentes manifestaciones populares sobre aquello que hay quedó y nos queda del que pasó. Sugerimos insistir en la indagación de las necesidades de generar nuevas experiencias que nos abran la posibilidad, a través de las marcas permanentes en el espacio, para resituarnos y habitar la desaparición de esa memoria. Este proyecto presta especial atención a la necesidad social de generar formas físicas para trabajar sobre el espacio, especialmente cuando desde la ciencia no se pueden dar respuestas técnicas a cuestiones como la exhumación y cuando las personas sepultadas en estas fosas están lejos de cualquier vinculación familiar con la sociedad valenciana actual. Reflexionamos sobre la posibilidad a través del memorial, del monumento, de escribir y generar una narrativa que entierro en los muertos para generar un lugar donde habitar para los vivos.
Daniel Palacios González / Rafael Tormo Cuenca
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